El restaurante estaba repleto de clientes hambrientos ocupados en comer en sus mesas cuando la atención de los clientes se desvió hacia una Kayla de cuatro años que corría hacia su mamá. La cara de Kayla estaba llena de lágrimas y lloraba histéricamente cuando llegó al brazo de su madre.
Mientras la madre de Kayla, Nicole, consolaba a su hija, le preguntó qué le pasaba. Kayla seguía llorando y no podía hablar; seguía sollozando como si tuviera un profundo dolor. Fue entonces cuando Nicole empezó a explorar el cuerpo de su hija y vio lo que le pasaba. Había algo en la pierna de Kayla.